Flashback

Distinta vida, distintas circunstancias, distintos objetivos, distinta compañía.

Mismo escenario.


Welcome back, gnu pródigo.

YUPIIIII

¡VIVA PINGU! ¡MUERTE A POCOYO!

¡MADRE!

¡Una olla en la cabeza!
Es que cada vez que lo pienso…
¡Qué barbaridad!

LUGARES COMUNES

Despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin límites. Sin piedad.

¡PATEADNOS EL CULO, SI VEIS QUE TAL!

No sé si alguien que no tenga nada que ver con un arquitecto está al tanto del chanchullo que se está formando con lo de Bolonia. Resulta que ahora da igual que hayas estudiado 6 años de carrera, que hayas perdido la salud, tanto física como psíquica, en ese antro conocido como «escuela», que hayas perdido la fe, la autoestima, las ganas, la piel, el dinero, los ojos y el corazón: vamos a ser grado. A diferencia que el resto de los alumnos que hayan cursado una carrera superior, que serán máster. Intentando negociar, el director de la escuela con sus secuaces, conocidos como «LA JUNTA», han decidido que bueno, sólo serán máster los que tengan una especialidad en la escuela. Cuando en la escuela, sólo el 20% de los alumnos está al tanto de tales especialidades (creo que ni están reconocidas). Y ¿por qué eso? Si los demás tenemos en mismo número de créditos, ¿por qué?. Estamos totalmente en sus manos. Lo mismo pueden decir lo de la especialidad, que cualquier otra cosa. Seguro que undía de estos publican un comunicado diciendo que sólo serán máster los alumnos que hayan cruzado alguna vez el hall de la escuela a pata coja. Pero eso no es lo peor. Lo peor de todo es que al día siguiente, allí estaremos los 5000 alumnos de la escuela dándonos palos para cruzarlo. Tanto sacrificio, ¿para esto?

MALA RACHA

Uno hace planes. A corto y a largo plazo. Pero igual que los Reyes Magos nunca te traen lo que pides, los planes que haces no se cumplen y el tiempo, el destino o llámalo como quieras, hace contigo lo que le da la gana. Por ejemplo, a corto plazo. El martes de hace dos semanas, yo estaba planeando terminar un detalle constructivo para mi proyecto y enseñárselo a mi profesor el miércoles. Acabé en urgencias. Un ejemplo a largo plazo, en diciembre es mi cumpleaños y yo tenía la esperanza de tener título, trabajo y novio al cumplir los 24. No solo no tengo título, ni novio ni trabajo, sino que encima ahora, tampoco tengo apéndice. Así que os cuento mis aventuras desde aquel fatídico miércoles, hasta el día de hoy.

Ese miércoles, como he dicho, fui a urgencias. En el hospital, después de 5 horas en la sala de espera, dos irrupciones en la consulta mendigando médico o calmantes en su defecto, y una conversación trascendental sobre el dolor con la monja que se sentaba a mi lado en la sala de espera, entro a urgencias, me ve un médico y la conversación fue más o menos ésta:

Médico carnicero – Tienes apendicitis.

Yo – No.

Médico carnicero – ¿Qué?

Yo – Que no. Que me duele el estómago, no el apéndice.

(Silencio incómodo de 5 segundos. Imaginad la cara del médico)

Yo – Perdón, perdón, perdón, perdón. Usted sabrá lo que tengo. Si me quiere operar, raje, raje.

Médico carnicero – Bueno, voy a llamar al cirujano a ver si te fías de él.

Tenéis que comprenderme, yo fui a urgencias porque me había sentado mal la comida del chino, y de pronto me dicen que me operan, pues… ¡No vuelvo a ese chino en la vida!

El caso es que en la ecografía no se veía claro, y entonces llegó el hombre que me rajó. El hombre que me rajó empezó a reconocerme:

Hombre que me rajó – ¿Te duele aquí? (por la izquierda)

Yo – NO

Hombre que me rajó – ¿Te duele aquí? (por el estómago)

Yo – Un poco.

Hombre que me rajó – ¿Te duele aquí? (por el apéndice)

Yo – AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Médico carnicero – ¡TOMAAAAAAAAAAAAAAAAAA! ¡Te lo dije!

En esto que llega mi tío, ¡el apoyo moral! Por lo menos me río un rato antes de ser mutilada. 30 minutos después llega el enfermero para ponerme en la camilla y subirme a quirófano. En el ascensor, recordé las siempre sabias palabras de mi abuela. Resulta que ella tuvo un pequeño accidente este verano y se hizo una herida en la pierna que sangró mucho, pero que sólo era un corte. Y como toda persona mayor (aunque ella nunca reconocerá que es una persona mayor, a pesar de sus 88 años), siempre cree que se muere. Esperando a que llegase la ambulancia, mi tío, mi madre y yo presentes en la sala, mi abuela dijo: «¡Vaya final!» A lo que mi tío respondió: «Has sobrevivido a una operación a corazón abierto, ¿cómo te vas a morir por un corte en la pierna?» Y lo dicho, en el ascensor, subiendo a quirófano, mi tío, el enfermero y yo en la camilla, pues se me ocurrió decir: «¡Vaya final!» No sé lo que pensó el enfermero, pero a mi tío y a mí nos entró un ataque de risa tremendo.

Y cuando entré en quirófano, ahí la cosa se volvión más seria. Me hacen firmar un papel, me ponen la anestesia, y entonces fue cuando dije: «¡Ay! Parece que esto va en serio» No me atrevo a adivinar qué pensó el hombre que me rajó, bisturí en mano, al oir eso, pero creo que no se llevó una buena impresión de mí. Antes de dormirme, el anestesista me dijo que pensara en algo agradable para sñoñar con eso durante la operación. Pensé en Suiza. Soñé con el detalle constructivo de mi proyecto. ¡Qué vida más perra!

Pero cuando crees que ya no te puede pasar nada peor, ¡ollazo!. Va, y te cae una olla en la cabeza. Sí, una olla. Son esa clase de cosas que crees que sólo pasan en las películas de dibujos animados, ¡pues no!, también pasan en la realidad, y ¡son muy dolorosas!. Así que vuelta a urgencias. Una vez dentro, estaba el médico mirando si me había quedado tonta con el ollazo, y se oye a la enfermera decir: «¿Habeís visto a la del apendicitis del otro día? ¡Ha venido con un ollazo en la cabeza!» Señora, que no hay puertas, que sólo hay cortinas y ¡que se oye todo!

Ahí no acaba la cosa porque el médico me dijo que tenía que volver tres días después, a ver si me había quedado tonta con el efecto retardado del ollazo. Así que allí estábamos mi tío y yo, en urgencias, con las mismas enfermeras de siempre. En esto que llegamos al hospital, le decimos al recepcionista lo del ollazo, y nos da un papelito, que tenemos que entregar a la enfermera en la cosulta. Subimos a la consulta, llamamos a la enfrmera (la cual nos saluda como si nos conociéramos de toda la vida, tal confianza habíamos cogido ya), le damos el papelito y nos pregunta por qué hemos venido esta vez, a lo que contesto: «Por lo de la olla, me di un golpe en la cabeza con una olla» Y ella contesta: «Vale, esperen un momento, que ahora llamo al ginecólogo» Y nos cierra la puerta en las narices. ¡Vaya! ¡Qué bien formados que están los ginecólogos de hoy en día! Al parecer el recepcionista había puesto en el papelito que necesitaba un ginecólogo. Pues de momento no, pero dentro de poco, al paso que llevo, ¡quién sabe!

Hoy ¡por fin! he salido a ver la luz del día con un motivo distinto que el de visitar a mis viejas amigas de urgencias. No sé si pasa en el resto de ciudades, pero Madrid (y alrededores) tiene la mágica capacidad de acelerarte. Vas por la calle y, aunque no tengas prisa, vas corriendo. Aunque vayas a pasear al Retiro, da igual. Vas corriendo. A no ser, claro está, que estés tullida como servidora. Entonces pasa como esta mañana, que delante de mí en la acera había un señor de unos 189 años y en qué me he visto de adelanterlo. El tío empezó a acelerar y me miraba de reojo .Menudo pollo. En mi defensa diré que el hombrecillo andaba con bastón. Si yo hubiese tenido bastón, ¡le hubiese machacado! Pero no pasa nada, estas cosas también sirven para darte cuenta de quién te va a ayudar cuando lo necesites y quién va a pasar olímpicamente del asunto.

Y para levantar el ánimo, «Freedom» de George Michael (por eso de que vuelvo a estar disponible en el mercado, después de un año largo) y «Don’t stop me now», de Queen, y que tiemble en mundo que cuando Mària vuelva a estar activa, ¡se va a liar parda!

¡!

¡HOLA!

Me aburro.
Me aburro mucho.
Y lo peor de todo es que va a ser todo el mes de julio así.
Así que como no tengo nada que contar, pongo las canciones que he descubierto…

… las que me han provocado un TOC…

… y las que me dan buenrollismo a saco…

¡ESPERO QUE NO ME PASE ESTO CON EL PFC!

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DE LO MEJOR QUE HE VISTO EN AÑOS

Dedicado, cómo no, a mi padre.

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